El sonido se propaga mediante ondas que se producen cada vez que un objeto —como el altavoz de una cadena— agita el aire que lo rodea, provocando de este modo pequeños cambios en la presión del mismo. Para describir las ondas sonoras, los expertos en sonido utilizan conceptos como frecuencia y amplitud.
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La ciencia del sonido
La frecuencia de las ondas sonoras determina su tono y se suele medir en hercios (Hz), una unidad que equivale a una onda por segundo. El oído humano es capaz de percibir un amplio rango de frecuencias: aproximadamente de 20 a 20.000 Hz. La amplitud es una descripción de la potencia de la onda de un sonido; el volumen de un sonido aumenta en función de la amplitud de su onda sonora. La música consiste en mezclar diferentes frecuencias y amplitudes.
El nivel de sonido que tus oídos perciben suele medirse en decibelios, que son una unidad de medida de la amplitud de la onda sonora; son muy útiles para medir el sonido porque permiten representar el enorme rango de niveles perceptibles por el oído humano mediante una escala manejable. En la escala de decibelios, el sonido más suave que podemos oír es de 0 dB. Cada aumento de 10 dB representa aproximadamente el doble de volumen de sonido percibido.
El sonido y tus oídos
Podemos oír porque nuestros oídos convierten las vibraciones de la onda sonora propagada por el aire en señales que el cerebro interpreta como sonidos. Cuando las vibraciones de una onda sonora penetran en nuestro pabellón auditivo, el tímpano y un conjunto de minúsculos huesos del oído medio (los como martillo, yunque y estribo) las amplifican. En el oído interno, estas vibraciones amplificadas mueven unas pequeñas células vellosas que las convierten en impulsos nerviosos y las envían al cerebro. El cerebro, a continuación, interpreta estos impulsos como sonidos.
Si expones tus oídos a demasiada presión sonora, podrías dañar sus pequeñas células vellosas que, en ese caso, podrían perder su capacidad transmisora de sonido al cerebro. El resultado es que podrías padecer pérdidas de audición provocadas por el ruido. Los síntomas son, entre otros, sonidos distorsionados o apagados, e incluso dificultad de comprensión del habla.
Si bien se pueden padecer pérdidas de audición provocadas por ruido como resultado de una exposición única a un ruido extremadamente grande —como el disparo de un arma de fuego—, la pérdida puede también presentarse como resultado de exposiciones menos traumáticas pero repetidas a lo largo del tiempo.
Escucha con responsabilidad
La mayor parte de las investigaciones realizadas sobre pérdidas de audición provocadas por ruido se han centrado en las exposiciones prolongadas a ruidos en entornos industriales de trabajo. Aunque todavía no se han efectuado muchos estudios sobre el efecto de la exposición a grandes ruidos durante actividades de ocio, si escuchas música y demás sonido con auriculares —tanto los que puedas conectar a tu iPod como a tu ordenador o a cualquier fuente de sonido— deberías adoptar algunas recomendaciones de sentido común.
Piensa en el volumen
No existe un ajuste de volumen único adecuado para todo el mundo. En realidad, puedes percibir distintos niveles de sonido en función de los auriculares que utilices, así como de los ajustes de ecualización. Algunos expertos en audición recomiendan que se decida el volumen cuando estemos en un entorno tranquilo, bajarlo si no podemos oír hablar a los que nos rodean, evitar subirlo para aislarse en estancias ruidosas y, por último, no usar auriculares durante demasiado tiempo con un volumen alto.
Sé consciente del tiempo
También debes prestar atención al tiempo que dedicas a escuchar sonidos con un volumen alto. Recuerda que, con el tiempo, puedes acostumbrarte al volumen alto, por lo que no te darás cuenta de cuándo puede resultar nocivo para tus oídos. Los expertos en audición advierten que se pueden padecer pérdidas de audición provocadas por ruido como resultado de exposiciones a sonidos de volumen alto repetidas a lo largo del tiempo. Cuanto mayor sea el volumen, menos tiempo se necesita para dañar los oídos. Si oyes un pitido o escuchas hablar a los demás de forma apagada, deja de usar tus aparatos de sonido y acude a un especialista en audición.